Existen muchas leyendas relativas a tesoros en la provincia de Jaén, que según parece se hallan bajo nuestro suelo, desde el instante en que en el siglo XV.
Se trata de tesoros que sus legítimos dueños musulmanes debieron desamparar tras la conquista por las huestes cristianas, y que en su huída, no pudieron llevar consigo más que lo puesto.
Ocultaron sus riquezas de la vista de los campeones, con la esperanza de retornar algún día y recuperarlas.
Esta historia de leyenda es muy popular en la provincia de Jaén y son muchos los pueblos que se la atribuyen como propia. E incluso al castillo de Santa Catalina en Jaén capital se le relaciona.
En el caso de Huelma, donde existió una esencial presencia musulmana de la que todavía hallamos topónimos, cerro de los moros, cortijo de los moriscos, castillejo del moro… La historia de leyenda es la siguiente:
En Cabrita, radicaba uno de estos acaudalados personajes, poseedor de una copiosa fortuna en oro y joyas.
Obligado abandonar en muy corto espacio de tiempo el cortijo donde vivía, resistiéndose a que sus riquezas fuesen a engrosar el botín de guerra de los vencedores, decidió esconderlo en un sitio secreto.
Dado que era concida y conocida la riqueza de este hacendado, nuestro protagonista tenía la certeza de que los cristianos, en el mismo momento que él abandonase su hacienda, proveídos de pico y zapa, se dedicarían a horadar toda su propiedad, e incluso las aledañas, en busca del tesoro.
Subió a la sierra que a lo largo de años había sido su hogar, la que amaba, la que conocía como la palma de su mano. Procuró y halló una enorme piedra que siempre le había asombrado por la semejanza que guardaba con la figura de un toro.
Tras permanecer toda la mañana, sólo en la montaña, abstraído en sus pensamientos, decide irse, mas antes de hacerlo escribió esta misteriosa oración sobre la faz de la roca que semejaba la figura del astado :
” EN FRENTE DEL TORO ESTÁ EL TESORO”
A los pocos días, los vecinos que sabían de la huída del morisco, se dispusieron a buscar el oro escondido. Procuraron y buscaron, removieron tierra, excavaron, horadaron y agujerearon en todos los lugares próximos al cortijo, mas sin resultado alguno.
Desalentados, poco a poco llegaron a la conclusión de que allá no existía ningún tesoro escondo y fueron abandonando la compañía. Sin embargo, uno de ellos no se resignaba a seguir con su pobreza y amplió la zona de búsqueda a la cercana sierra.
Tras múltiples días cavando, allí donde le daba la sensación de que la tierra había sido removida, encontró la piedra con la figura del toro y leyó inscripción que había en ella.
Bendijo su suerte y creyó a “pies juntillas” que rente al toro se encontraba el tesoro.
Con ánimos reforzados, retomó la tarea de perforar la tierra. Cavó y cavó sin descanso a lo largo de días y días, de la mañana de noche, pero el tesoro no aparecía.
Una tarde, ya muy cansado, se resignó con su suerte, dejó de cavar, y decidió olvidarse para siempre del sueño de hacerse rico. Cuando ya se iba, lleno de furia, con el pico que portaba en la mano golpeó la cabeza del toro, con tanta fuerza que se rompió y ¡OH sorpresa! El interior de la piedra estaba hueco y empezó a caer sobre el suelo una cascada de monedas de oro y joyas.
Pleno de satisfacción, las recogió en un saco y contentísimo se marchó a su casa.
Nuestro hombre se transformó de un día para otro en una persona rica mas simplemente por azar, en tanto que no supo interpretar la inscripción que hizo el moro sobre la roca y que resultó ser cierta, el tesoro estaba en… frente del toro.
Seguro que has oído hablar de esta historia legendaria en algún otro rincón de la provincia jienense. Te animamos a descubrir otras leyendas y misterios de esta tierra, te van a asombrar.