Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, obispo de Jaén entre 1500 y 1520, cuyo cadáver tardó 366 años en encontrar una tumba definitiva.
A este famoso Obispo de jaén se le conocía por el sobrenombre de «el Obispo constructor», ya que había destacado por impulsar un gran número de construcciones, desde puentes a iglesias.
Como reconocimiento a esa labor, fue enterrado en medio de la capilla mayor de la catedral jienense, tal y como había sido su expreso deseo.
Sin embargo, en 1635 el templo amenazaba ruina, por lo que se decidió demolerlo y construir una nueva catedral.
El cuerpo momificado del obispo fue exhumado y trasladado con carácter provisional a la sacristía.
Una vez finalizadas las obras de la nueva capilla, 29 años después, el Cabildo decidió que los restos de Suárez de la Fuente debían ser trasladados al coro, destino habitual de sepultura de los prelados y no a la capilla mayor.
La familia del obispo reclamó el derecho de su antecesor a ser enterrado donde había pedido y dio comienzo a un pleito que se extendió durante más de tres siglos.
En principio, se acordó que la familia haría una ofrenda anual consistente en una vaca, ovejas, aceite, vino, miel y cera para hacer velas. Si el Cabildo la aceptaba, el cuerpo sería enterrado en tierra, mientras que si la familia renunciaba, sería inhumado en el coro junto al resto de obispos.
Entretanto, la cajonera con los restos de Alonso Suárez permanecería en un lateral de la capilla mayor. La familia empezó a hacer la ofrenda, que la Iglesia rechazaba año tras año sistemáticamente.
El tiempo fue pasando sin que ninguna de las dos partes abandonara su postura, de forma que el rechazo de la ofrenda se convirtió en una tradición.
Tradición que estuvo a punto de romperse a principios del siglo XX, cuando un deán recién nombrado y desconocedor del litigio se dispuso a aceptar la ofrenda.
Por desgracia para la familia del obispo, el arcipreste se enteró a tiempo de evitar la aceptación y todo siguió como hasta entonces.
Las cosas comenzaron a cambiar en 1941, cuando el conde de Benalúa, descendiente familiar del obispo, decidió que el asunto había durado ya demasiados años y emplazó a la Iglesia a solucionar definitivamente el litigio.
En contadas ocasiones se abrió la cajonera, siendo una de las últimas el 5 de enero de 1968, con motivo de la visita de Carmen Polo de Franco.
Cierta leyenda, muy extendida e incluso reflejada en alguna obra literaria, cuenta que debido a la impresión sufrida por Carmen al contemplar la momia, dejó caer sobre el cuerpo del Obispo el Misal que portaba, quedando allí porque nadie se atrevió a recogerlo.
Sin embargo, la realidad es que el libro que existía sobre el cuerpo era un ejemplar de las Odas de Horacio y no un Misal, y que ya estaba antes de aquella visita. Las vestiduras y el libro no son las originales; aquellas desaparecieron en 1876 y entonces se pusieron las actuales.
Cuando se abrió la cajonera, Ortega, conocido fotógrafo de Jaén, tomó la única foto que se conoce de la momia del Obispo.
Después de más de tres siglos de negativa, el obispado aceptó que los restos del antiguo prelado fuesen enterrados en el centro de la capilla mayor, aunque puso como condición que los gastos fueran pagados por los familiares.
A pesar de que el acuerdo satisfizo a ambas partes, la inhumación definitiva de Alonso Suárez de la Fuente del Sauce se demoró hasta el 13 de mayo de 2001, seis décadas después de que se sellara el pacto definitivo.
Así, 481 años después de su muerte y tras 366 de litigio, el antiguo obispo de Jaén pudo descansar tranquilo en el lugar que había escogido para ello.