Pocos jienenses conocen esta leyenda jienense sobre un fantasma que dicen a habita en el conservatorio de Jaén.
Dicen muchos de los alumnos del antiguo conservatorio de música de Jaén, situado en la calle Compañía, edificio antiguo que fue sede de la antigua compañía de Jesús sobre el año 1614.
Su capilla está dedicada a San Eufrasio y tiene una doble puerta, una por la calle Compañía y otra por la calle Escuelas esta más austera de estilo más tosco, adjunta a una Torrecilla con mirador.
Desde la que se puede observar la cercana plaza de los naranjos con su fuente de aguas cristalinas y toque Nazarí llena de azahar y naranjas esturreadas por el suelo.
No sabemos muy bien la procedencia del fantasma de Jaén que habita dicho inmueble ya que nadie lo ha podido ver nunca, aunque muchos de los alumnos de dicho conservatorio han podido percibir sensaciones curiosas y fantasmagóricas.
Pero el hecho mas curioso fue el que le pasó a Claudia, una chica invidente un poco escéptica.
Un día mientras ensayaba en la antigua capilla del conservatorio para la presentación de su examen práctico(llamado programa),en la cual tenía que tocar 4 piezas de distintos estilos para superar las pruebas prácticas.
Era un día lluvioso Claudia,había llegado al antiguo edificio ataviada con unas botas de agua con llamativos colores y un abrigo verde de paño grueso que había colgado en un antiguo perchero junto a la puerta de la entrada.
Se dispuso a subir los escalones de la tarima que daba forma al antiguo escenario de tablas chirriantes y desgastada barnizadas en color negro.
Claudia se dirigió hacia el viejo piano de cola, lo acarició con su mano como el que saluda a un viejo amigo y se sentó sobre el antiguo banco rectangular de terciopelo rojo, levantó la tapa que cubría el teclado y recogió la estola que protegía las teclas como si fuera una bufanda para aquel día tan lluvioso y desapacible.
La estancia tenía una temperatura cálida por la calefacción del centro.
Puso sus manos sobre el teclado y con fuerza empezó a martillear las notas de una preciosa melodía alegre(minuet in G Major de Juan Sebastián Bach).
Después pasó a tocar las dos piezas elegidas por su tutor para su programa.
Al empezar a tocar la cuarta pieza notó como la temperatura bajaba bruscamente y como si alguien la observara.
Las tablas del escenario crujieron varias veces como si alguien se acercara a su posición, pero el sonido era muy leve como si las tablas hubieran sido acariciadas por alguien de poco peso.
La pieza interpretada era «Lacrimosa» del maravilloso compositor Amadeus Mozart.
Cuando llevaba como la mitad de la partitura notó como si alguien acaraciara su pelo y notó un pequeño movimiento en el banco sobre el que estaba sentada.
Unos segundos después pudo notar como una mano acariciaba su mano derecha y de pronto empezó a sonar los acordes de la pieza que estaba tocando, su mano izquierda quedó paralizada y durante unos segundos los acordes de la mano derecha siguieron sonando.
Rápidamente movió su mano derecha hacia el banco donde estaba sentada, buscando la presencia de su acompañante, pero no halló nada, mientras sus oídos seguían escuchando el triste sonido del piano de cola.
Rápidamente bajó la tapa del viejo piano y la música cedió en un sepulcral silencio.
Pudo notar como el vaho de su boca salía caliente en una estancia que se había convertido en fría y húmeda y un silencio sepulcral la invadió.
Claudia se levantó tras unos minutos inmóvil y abandonó la sala en un silencio absoluto mientras el crujir de las tarimas del viejo escenario la despedía marcando el compás de sus botas de agua.
Texto: Pewete Bravo